El poder de una sonrisa

Siempre he dicho que la sonrisa es el camino más corto entre dos personas.

Y no lo digo porque suene bonito.

Lo digo porque lo he vivido.

Crecí sin entender las expresiones de la gente.

Las palabras a veces eran confusas.
Las miradas, impredecibles.
Los gestos, un misterio.

Pero había algo que siempre entendí.

Las sonrisas.

Porque cuando una sonrisa es real, los ojos se arrugan de una manera especial.
Porque cuando una sonrisa es sincera, se activan ciertos músculos en la cara que no se pueden fingir.
Porque cuando alguien sonríe de verdad, lo sientes.

Esa fue mi guía.

Lo único que me daba certeza en un mundo lleno de incertidumbre.

Y con el tiempo, entendí algo más grande:

Las sonrisas cambian vidas.

No son solo un gesto. Son un puente.

Un niño autista que nunca había conectado con nadie, pero que me devolvió una sonrisa.
Una familia agotada que, con una sola sonrisa, encontró un segundo de alivio.
Un desconocido que, en el momento exacto, me regaló la certeza de que no estaba solo.

Esa obsesión por las sonrisas –como solía decir mi compañera de vida cuando vivíamos en un garaje en Londres– me llevó a escribir Una sonrisa para cambiar el mundo.

Y nunca imaginé lo que pasaría después.

Cientos de personas lo han leído.
Cientos han compartido su historia.
Muchos han entendido que una sonrisa puede ser el comienzo de algo mucho más grande.

Porque la sonrisa no es solo felicidad.

Es conexión.
Es compasión.
Es esperanza.

Y si algo quiero que recuerdes hoy es esto:

Tu sonrisa tiene un poder que no imaginas.

Así que no la guardes.
No la subestimes.
Regálala.

Porque quién sabe…

Tal vez tu sonrisa cambie el mundo de alguien hoy.

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